KRAKÓW
En Varsovia, el sistemático golpear
de las botas militares contra el adoquinado
engulle cualquier palabra amorosa
y los pocos ángeles despistados
por la Vía Real o la Ciudad Nueva
se espantan por el ruido de la Bestia.
Aquí, más al sur, llegan solo sus ecos
y el supersticioso consuelo de la fe
el elaborado engaño de la cultura
y la incitante evasión tecnológica
alivian el dolor y la nostalgia del Edén.
Bien por acción de una Virgen Negra
o por el íntimo deseo de ser hormigas,
sin afición a las elucubraciones
ni con ganas de preguntas capciosas,
se intenta acabar con la negra culpa
lavar la eternidad de la vergüenza
y diluir, sin necesidad de alcohol,
la desesperanza y la melancolía.
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