Muchas necrológicas se acompañan con retratos tomados en los días finales de la persona. Si se miran con detenimiento, si se escrutan, se puede llegar a distinguir a quien ya hace mucho tiempo comprendió las lecciones de la Muerte, o bien a quien recientemente ha visto los engaños de su vida. Porque la Vida no es buena amiga del ser humano, como sí lo es la Muerte, que jamás engaña. En los artistas en general esto se hace más evidente si cabe. Por un lado están los del rictus airado al no asumir la manera en la que la Muerte pudo vencer sin apenas esfuerzo su imponente soberbia. Por contra, en algunos casos (suelen ser artistas de muy segunda fila en reconocimiento), se aprecia una sutil sonrisa de íntima satisfacción. Ellos sabían desde hace mucho que el individuo es fugaz sombra de vida y sin embargo todo Ángel que hayan podido encerrar en sus obras (los ángeles existen, las cosas están a ratos) es eternidad añadida al mundo espiritual. Unos pocos entre ellos, descubrieron con claridad su misión y ahora perecen satisfechos, a pesar de las muchas deficiencias, errores y falta de terminación de sus legados, sabiendo que alguna luz dan a la oscura habitación del sinsentido humano. Efectivamente en las obras artísticas, de todo tipo y tiempo, viven esos Ángeles que generosamente nos legan los artistas con su esfuerzo creativo. Yo por si acaso ya publiqué mi libro. Si será luz de cerilla o resplandor, no me quita el sueño en esta productiva ancianidad.