En el sexo y no en el amor está la razón de la vida perpetuada. En la intensidad del delirio sexual, el ser que soy no es mi yo. El general ordena y la sangre obedece, la perversión se desnuda y tumba complejos. Incluso huye el gris fantasma del pecado. Tras la batalla, el general advierte con tristeza el fugaz valor de la victoria. Vuelve el yo del caminante a controlar los miedos en la oscura soledad que nos hace a todos esclavos. Por eso escribe. Por sumarse a los habitantes del espacio sin puertas del lenguaje. Por acceder al ámbito donde el símbolo es la creación de una azul felicidad. Allí no mandan generales, despreciados con indiferencia, y el tiempo transcurre lento o muy veloz, según sus deseos. En la Poesía y no en el poder está la llave de la metamorfosis artística.