Frente a mí mismo, solo y en silencio,
con la habitación llena de epidémica presencia
soy espejo que solo refleja el miedo.
Por eso busco abrir el libro póstumo,
aquel de Federico por las Américas,
para descifrar enigmas y buscar los centros.
Frente a su poesía, mi espíritu elevado y místico,
comienza a habitar un mundo de Tierra y Luna
y me siento fuente de alegría y tragedia.
Por eso escribo el poema de los miércoles,
versos que buscan el aroma del consuelo
al compartir con todo ser, grandezas y miserias.
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