Mi mejor morada
soy yo mismo.
Hoy de mañana me
escucho,
casa en silencio
pero estancias en oración.
Dos habitaciones
en mi interior
y tres plegarias
diferentes.
En la cama pequeña
del niño
que siempre tiene
miedo a ser asesinado
reza mi corazón a
su geniecillo particular:
«¡Duende
del pajar, ayúdame!
Si dejas que Julio
se vaya sin mí
mañana quemo toda
la hierba seca.
Te lo juro,
arderás si no me ayudas.
No voy a morirme
de aburrimiento
viviré la
aventura como un adulto más.»
En la habitación
contigua de mi cerebro
primero rezo como
mi madre:
«San
Judas, ¡qué no me vean llorar!
Dame fuerzas hasta
verlos salir del pueblo
luego ya me podré
bañar en llanto
comiendo el pan de
la soledad.»
Luego le hablo a
mi corazón aventurero:
«Vamos
Julio, despierta de una vez.
Lanza por el
lavabo esas pesadillas.
Coge al muchacho y
juntos al camino.
Esa alma cándida
será tu amuleto.
La primavera te
trajo la suerte al fin.»
De nuevo cae la
noche sobre mi casa en pena,
un ataúd en la
habitación del de niño,
sin novedades en
la otra,
el miedo venció a
la audacia.
Espero que el poema sea ficticio o metafórico.
ResponderEliminarPoético.
EliminarHay algo de tristeza en este poema.
ResponderEliminarBesos.
Acabó mal.
EliminarNo hay niño dormido cuando se escribe así de lindo
ResponderEliminara veces el niño medita, a veces duerme
a la espera de la sorpresa
besos
Tu visita, su mejor sorpresa.
EliminarBesos.
Ese final conmueve al más pintado...
ResponderEliminar