Un humilde plumilla, artesano de café,
boxeador y torero de salón,
perfeccionaba su oficio componiendo
una canción de estribillos por anáforas
y dos calambures de principio y final.
Imposible de cantar eran sus estrofas
con retruécanos, concatenaciones, apóstrofes
y hasta una epanadiplosis.
Quiera Dios que no resulte contagiosa
al leer su contrahecha letra.
Todo sea por la cenestesia.
Laman a la casa "ca"
y al hogar del pobre, calambre.
En mi casa no se obedece
porque nadie manda,
o quizás no se mande
desde que nadie obedece.
No es huésped del cielo la nube,
la nube es cielo, blanco o negro.
Cada beso suma
y lo nuestro es sumar
sumar perdiendo la cuenta,
la cuenta que hay que pagar.
No es lección de amor mi verso,
mi verso es amor, dulce o amargo.
Solo, que hoy me veo solo,
tiznao que tizna
a quien me abraza.
No es canción celebrada mi lamento,
mi lamento es celebrado duelo y luto.
¡Oh Musa poética.
Vivas metáforas escondidas
en tu rosado corpiño
son el imán de mis horas!
No es obsesión de éxito mi empeño,
mi empeño es el éxito del lector atento.
Era Jesús un loco inglés
todo el día decía, amad, amad
a Dios, adiós.
Sólo puedo decirte que me gustó mucho de principio a fin.
ResponderEliminarMil gracias.
Eliminar¡Viva Córdoba!
Alguna palabra se me escapa
ResponderEliminarLa verdad es que cuando es así, tengo que comprender para opinar de manera verdad
Pinta bien, lo que intuyo
Más besos y feliz noche
Una musa inspiradora...
ResponderEliminarMe encanta ese final,adiós!