Niebla al atardecer del día siempre penúltimo
con los ojos rojos de tanto leer
las palabras de los sabios.
Y en el corazón nada, en la cabeza menos
pero el deseo corriendo por las venas.
Con más saberes más se duda,
con la edad más se olvida.
En el libro la palabra permanece
lo que en el cuerpo transcurría y se hizo grito,
a veces temblor y con suerte lágrima
pero jamás certeza de ley inapelable.
El abierto espacio atmosférico
de este mundo envidiado por la Naturaleza
contiene todas las tormentas.
No hay muerte posible en él
la consciencia de la temporalidad y la finitud
no pueden existir allí, por mera y absurda deducción.
Verso infinito en crecimiento continuo.
nosotros pereceremos, nos haremos cenizas... pero la palabra quedará eterna
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Y en la palabra el Ángel...
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