Dejo el volumen a cero en la pantalla.
El abismo está en la mirada del presentador
como un espejo censurado que ya no padece.
Lee y habla sin preocupación por las imágenes.
Lloran niños amputados, explotan proyectiles,
gritan las madres, grita el muy rubio tupé.
Nos bien educan para habitar la desgracia
siempre con condón.
Escucho el menor sonido en mi interior.
El precipicio guarda a un monstruo perverso,
es un rugido que me altera por sorpresa
y duerme mucho tiempo hasta despertarse fiero.
Yo soy también la alimaña, el deseo de sangre,
de ver al enemigo muerto y bailar sobre su tumba.
Me bien educaron para sacar al bicho a paseo
siempre, con rígido bozal.
Muchos deberían llevar en vez de mascarilla, bozal.
ResponderEliminarYo también. Lo digo en el poema.
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