La ley que ordena el viaje, súbdita concupiscente,
destroza los andamiajes y vajillas del querer ser.
Oíd su música nueva, pura estética libre,
canciones de la Tierra, armonías sin dueños
nacidas entre el caos. Oídla, como se escucha
el golpe de la gota que sigue al duro trueno
con el dolor y el gusto por su frescor y anuncio.
No creáis en los reflejos de almas muertas
ni en la marchita fe sacrificial.
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