Mi yo es un ojo, una visión
situada en el centro de un triángulo.
Mi yo es dios, atención
a mi relato, límite y latido.
Dorado color, falso aspecto aparente
y valor por consenso.
Soy relato y creencia obligada
en el sentido de mi existencia.
Blanco ángel de plata luminosa
y cielo reflejado.
Soy límite de belleza, bondad y justicia,
atracciones inalcanzables y premio
para el deseo de lograrlas.
Sangre, color vino tinto, carne roja
y tierra autómata.
Soy latido inconsciente
allí hunden su raíz los miedos
allí germinan los íntimos placeres.
Designio de la vida por voluntad
de existir, de ser vida misma.
He decidido resistirme al secuestro,
al robo constante de la atención
a contaminar la visión con artificios
a nombrar a mi dios en vano.
Porque no quiero ser relato impuesto
ni soldado de un ejército conquistador
ni bebé dependiente de ubres virtuales.
Me convertiré en el ermitaño
en este tiempo del algoritmo
para ser, libre ojo en triángulo consciente.
Libre y consciente es una gran virtud.
ResponderEliminarBesos.
De momento es más deseo que realidad. Pero queda bien en el poema.
EliminarBesos.