Tu partida fue mi borrasca, depresión
temporal en mi imaginada alma.
La barca de mis razones zozobraba,
esfumados los amigos salvavidas,
y mi cuerpo líquido quiso ser mar.
Quise hacer poemas de magia gris
desde la arena de una solitaria playa
y el sol de tu recuerdo me abrasaba.
La ira desaté como dios justiciero
culpando al mundo y al cielo.
Quise liberar la memoria de tu abrazo
desde la altura de la montaña nevada
y el viento helado dibujó tu rostro.
El trueno de mi voz cantando al dolor
resonó en la cueva y en el lago.
Ha cesado el terremoto en mi corazón
cambiando la agitación en paz.
Celda de paredes blancas ya es mi cuerpo
toda de sal, recuerdo de lágrimas viejas
y de locas palabras en poemas de amor.
No solo la borrasca está en el tiempo, también la podemos tener en nuestro interior, cuando la tristeza nos embarga.
ResponderEliminarMuy buen poema, Julio.
Besos.
Muchas gracias por tus comentarios. Me alegra mucho verlos.
EliminarBesos.
Una tormenta que dejó paso a la calma. Un poema muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo, Julio.
Un anti-poema de un anti-poeta.
EliminarUn abrazo, reina.
Pienso como Carmela, después de la tempestad viene la calma, y también hay que saborear ésos instantes de paz.
ResponderEliminar:)
Besos.
¡Qué bien!
EliminarBesos, tantos.