Olvidado el sufrimiento del agricultor
escondido el miedo del carretero
liberado de la esclavitud de los amos,
con toda dignidad, desayunaba
servido de fruta y café de lejanas tierras.
Perdido el suministro desde el campo
desvelado el viaje entre comisionistas
atrapado en la enfermedad y el hambre
sin humanidad alguna, lloraba
soñando el final de tanta calamidad.
El hombre de las ideas-gafa
recitaba por la tele la consigna de la luz
al final de un túnel hacia el cementerio
y yo, espectador expectante creía
llegado el momento de vacunarme.
Me creí señor en la ciudad
y el virus me bajó los humos.
Me vi dueño del propio destino
y la pandemia me robó la brújula.
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