«¿Qué magia (mi más fiera
pasión la remató fatal arcano)
me dio triste alimento
a mi –pues de este u otro amor ligero
huí, pecador fiero,
el lecho frío, malherido sino
con la razón del viento–
el bocado goloso del cretino?
Más penas introdujo en mí, supino
idiota, por burlado y papanatas,
a quien le traen recuerdos garrapatas
que no se van con fuego,
la sin par gracia de su busto griego,
trágica industria, dura como piedra,
que como abraza yedra
un árbol, el amor tan fulminante
de gran susto me viste y trapacera
solicita infeliz triste diamante,
en la malsana tarde de la espera,
lágrima para mi ojo más salina,
con acritud no poca.
Distante me provoca
y por dañar se inclina.»
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