Por el Metro primero fue absorbido
y luego vomitado
no lejos de un hotel cinco estrellado
de blandas camas con colchón de plumas
–jacuzzi, gel y espumas–
halló hospitalidad, donde halló nido
del euro la gran ciencia.
Besa la almohada y casi sin consciencia
aquella noche loca
que le convirtió el alma en dura roca
se borra en su contorno,
mientras el panadero enciende el horno.
Dormido el joven pues, ya su sentido
en sueños va embebido
y reposar le dejan pesadillas
que el ambientador nuevo
le vuelve a sus casillas
con dulce aroma de clara de huevo,
lento le cubre y con suave estilo
la menor pena calma al menor hilo.
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