Al ver surgir la luz tras las cortinas
–que hacían desigual, confusamente
camas de agua con faros por esquinas–
descosidas las siente,
pues –resacoso el mísero hospedado
en lo que el santo sueño borró alado–
entre espinas y arcadas va sufriendo,
abre y navega páginas corriendo,
sin paz, digital ola,
–menos cansado que confuso– escala.
Borrada al fin el hambre
–de compañía amante
en mudo y triste cuarto
lúbrico igual e inexpugnable muro–,
con ojo más seguro
se inclina al vacilante
breve esplendor, señal que razón alumbre
portal de escritor harto
que en su blog le dirá en aquel incierto
golfo de sombras, letras con acierto.
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