TODO
MUERTO ABONA
(Wagner:
Tristan und Isolde, Preludio y muerte de amor.)
Hay
piezas que por su sonoridad establecen en el oyente la sensación de
un efecto espacial. Unas evocan catedrales u otras construcciones
arquitectónicas, otras traen a la mente amplios escenarios
naturales. En este caso a mí se me representa una planicie
desesperadamente llana con alguna pequeña elevación de tanto en
tanto, pero que hace imposible la amenidad de contemplar, no digo ya
bosques o ríos, sino algún que otro árbol o arbusto con nitidez.
En medio de ese páramo de la desolación se alza la pregunta de si
el amor sobrevive y vence a la muerte. La música deviene orgánica
pero de un organismo sencillo, esencial. Alejada de las estridencias
melodramáticas. La consecuencia de todo ello es una moraleja que nos
enseña la importancia de aprender a morir en vida, amando con pasión
cada instante vivido.
Todo
muerto fertiliza un terruño.
La extraña música que escucha
el que pronto será semilla
(de manera impensada e inevitable) la tocan
el percutido corazón del viento
la alegre voz del agua
y el colorista metal de la arcilla.
Esencial música de transfiguración.
Por eso hay que vivir sordos
a los cantos de cielos y de huríes.
Y aprender a morir a manos llenas
para bien alimentar a los ángeles
La extraña música que escucha
el que pronto será semilla
(de manera impensada e inevitable) la tocan
el percutido corazón del viento
la alegre voz del agua
y el colorista metal de la arcilla.
Esencial música de transfiguración.
Por eso hay que vivir sordos
a los cantos de cielos y de huríes.
Y aprender a morir a manos llenas
para bien alimentar a los ángeles
desmemoriados
poseedores futuros
de
nuestros átomos.
Es un preludio tan conmovedor...
ResponderEliminarParece que has pintado sobre telones de tinieblas desgarrados por el sueño...
Bien visto, collar.
EliminarBesos.