jueves, 12 de abril de 2018

ACANTILADO CON PINO SUELTO



En unas semanas desde que mi amigo el loco y su hermana, que fue mi novia por un tiempo, empezaron a hablarme de su infancia, mi forma de entender la vida y de leer poesía ha cambiado como cambia de móvil mi actual pareja. A mejor, claro. Ahora cuando leo cosas como las de Joan Vinyoli, aquí bajo un pino suelto al borde del acantilado, veo que no soy un tipo raro por oír voces que me llaman a lo extraño y misterioso. Que les pasa a muchos, joder.

DESCONOZCO QUIÉN ME LLAMA

Ya no soy más que un árbol que se fue del bosque,
buscando la llamada de la profunda voz de la mar.
Solo, junto a Ella, dediqué mis hojas al viento
que llega de lo lejano a la playa.
Mis raíces ya no saben penetrar la tierra y sostenerme,
y por mi follaje bebo soledad.
Por ello deambulo siempre
bajo el silencio de las estrellas
en las serenas noches de riqueza fabulosa.
En un instante relucen en el firmamento
palabras que son llamaradas,
pronunciadas por la voz nocturna de siempre, la del mar,
que solo llama, me llama.

Yo que tuve los campos y el fuego de la tarde,
no soy ya sino escucha y andar de fantasma.

Coincido con Vinyoli en las adicciones. No es que tengamos las mismas, a mi ya no me va el alcohol, pero sí que las locuras adictivas nos arrastran con igual fuerza. Todo es una continua guerra interior sin saber muy bien el origen ni el desenlace. Así lo interpreto en este poema:

LA GUERRA INTERIOR

Dentro del árbol
reina siempre la batalla
bajo una espesa niebla
de culpa por el incendio
absurda creencia arraigada

Se siente cobarde
para expresar su cobardía
Retraído sobre ese secreto
que no expone en frutos
ni en aromas de sus flores

Desea morir en esa guerra interior

Los compañeros del bosque
se desprenden de semillas
y procrean sin mayor importancia
Él retuerce su tronco
en muestra de físico dolor
por el deseo constante
de sobrevivir en tierra yerma

Desea sobrevivir contra el tiempo

Puede parecer que no está maldito
con su frondosa copa
fresca sombra veraniega
cerrado paraguas en otoño
y refugio contra heladas
Mil identidades mil farsas
Su verdadera esencia baila sola 
la música interior del miedo

4 comentarios:

  1. Los poetas sois la leche, hay que ver lo bonito que hacéis la personificación de un árbol o de lo que sea.
    Me ha gustado muchísimo.

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  2. Bello, profundo y muy simbólico.
    El árbol se siente clavado, prisionero en la tierra y sueña su nostalgia libre de mar... Así, nosotros.

    Saludos

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