RILKE SUEÑA SU PRIMERA ELEGÍA III

 PINCHA AQUÍ

   Todo lo anterior va acompañado con una especial iluminación espiritual, que hace ver al poeta su pequeñez de ánimo y sus confusiones al respecto de las tareas poéticas que la vida le ha ido encomendando.

Sí, las primaveras te absorbían. 

Las estrellas te alentaban a sentirlas. 

Se abalanzaban sobre ti las olas del pasado 

o cuando paseabas distraído 

desde una ventana abierta, un violín te hacía sentir. 

Sí, todo aquello eran tus tareas. 

Pero, ¿las cumpliste?

¿No es cierto que estabas siempre distraído por una esperanza, 

como si todo te anunciara una amante?

(¿Dónde querías albergarla? 

Justo tú del que las ideas importantes entran y salen 

y muy a menudo vagan solas por la noche)

Pero si el ahora arrepentido poeta quisiera, después de la siesta, empezar de nuevo su recorrido poético, el espíritu le invita a cantar a los amantes abandonados y a su gran sufrimiento por su pequeña vocación heroica.

Si aún sientes añoranza por aquello, 

pues canta a los enamorados; 

aún está su reconocido sentimiento 

lejos de llegar a ser lo suficientemente inmortal. 

Canta pues a aquellos enamorados a los que casi envidias, 

a esos a los que su pareja ha dejado 

y que son a los que encuentras más genuinos amantes, 

más que a aquellos que no rompen su relación. 

Recomienza de cero su alabanza, 

la que nadie ha llegado aún a completar; 

piensa: El héroe planta cara, 

su propia destrucción es tan solo su pretexto, para ser héroe: 

es su último nacimiento. 

Pero los amantes acogen en su seno 

a la agotada Naturaleza, 

como si ya no existiera fuerza capaz 

de intentarlo por una segunda vez.