Si los coches fueran con agua
Los pobres pasarían sed.
Por suerte, irán con luz.
¡Cómo me río paseando!
Hoy en día viene gente
con la mascarilla colocada
en el mentón.
Personas solas y distantes
envueltas en un suave tufo
a hidro alcohol.
¡Me duele este lío enmascarado!
A los consola apacentados
seguidores de los trinos, y
publicistas de su ego en red,
el placer les dura un click,
la lentitud les exaspera
y no saben del abismo intemporal
de un beso de amor o abrazos
fuera de cobertura y sin datos.
A los prehistóricos de internet
ahítos de lecturas y poemas
que publicamos en un blog,
el gusto de una conversación
nos dura días de incertidumbre
y sabemos del universo sin límite
de un acto de amor imaginado
y luego, con calma consumado.
Capítulo dedicado a Córdoba en el libro EL ÁNGEL
Tuvo la Tierra un deseo original
íntimo impulso de la geología de crear Vida.
A ese gusto primigenio, unos le llaman Dios,
o Naturaleza o incluso Destino.
Entre las diversas vidas que creó,
tuvo una preferencia por la dotada de palabra
un ser vivo que pudiera dar nombre a su creadora.
¿Cómo podemos callar entonces?
Vivir y no ejercitar la sagrada palabra
sería una bofetada al deseo de la Madre.
La palabra "amor" refleja en este contexto,
el deseo original de la Roca,
la entrega total del barro al objeto de su amor.
Pesa sobre la Humanidad una contrapartida
la fugacidad de nuestra existencia.
La palabra "muerte" se refiere a la mudez,
a la falta de fuerzas del individuo para decir
a no poder ni tan siquiera expresar la palabra "amor".
Sabemos que la Vida como deseo del Mundo
continúa de forma eterna tras la muerte del individuo.
Y la palabra "amor" dicha por la Tierra
sigue creando Vida con lenguaje,
una que es capaz de nombrarla.