De niño solo vi crecer semáforos
y farolas, en la calle del barrio.
La nieve se llevó los arbolillos
de la acera, y jamás se repusieron.
De chico yo soñaba con un campo
con animales propios de los sueños.
Platero, Nefelina y Dorador,
el borrico, la vaca y mi caballo.
Las penas de la escuela se envolvían
en un baño de plata con el burro.
Las manchas blancas sobre fondo azul
y la loca mirada de la vaca
me traían la paz de otro cielo.
Pero era mi caballo el favorito,
montado en él volaba contra el viento
en el atardecer del mar dorado.
Todo hasta que una noche de improviso
soñé con la mirada color miel
de la vecina con las trenzas tiesas,
y ya nunca jamás burro, ni vaca
ni caballo, me hicieron disfrutar.
Jajajaj, que tierno poema de la niñez, para acabar con el pícaro de la adolescencia.
ResponderEliminar¡Bien visto!
EliminarQué bueno, Julio... Y surgió el amor, así, sin mas, como huracán que borra todo.
EliminarAsí suele ser.
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