Se
entrecruzan los cuerpos bailando
una
melodía por las avenidas de la codicia,
música
con ritmo de nalgas y traseros
golpeados
por la mano misteriosa de las miradas.
Se
estorban en las mesas los comensales
rozando
los egos inflamados de mercado,
con
aristas como puntiagudas flechas de soberbia
lanzadas
por el arco anónimo de las poses.
Todos
los gorriones saben del enorme poder
de
la moda y la apariencia.
De
noche sangran los sueños goteando
por
la herida que da a los desagües del yo escondido,
riada
que se junta a las puertas del parque
donde
los sin-techo pierden su doliente consciencia.
De
buena mañana los amantes reprimidos
asaltan
el territorio del infierno en vida sin amor.
Cilicios
virtuales golpean sus espaldas
mientras
suenan internas las canciones del pánico.
Todos
los cuervos conocen el negro poder
del
miedo y la desolación.