Las palabras llevan gritos oxidados
Las miradas lucen flechas pulidas
Las palabras se desnudan de sedas
Las miradas clavan aceros finos
La máscara nunca se maquilla
Ni con heridas ni con besos
La máscara llora finas perlas
Con sabor a flores y cominos
Hay caimanes de melladas bocas
y leonas que no beben gaseosas
Los caimanes ya no dan miedo
Las leonas van borrachas y en celo
El tiempo viste y desviste armaduras
en cuerpos que solo cambian de noche
Las horas calzan zapatos muy estrechos
en los días de abrazos color deseo
El sexo nunca conoce la luz del día
en otoños de cine francés
Las salas de proyección tienen
en las butacas de arriba su cielo eterno
y le llaman paraíso
Todavía queda algún teatro en Madrid (desconozco si en otros lugares también) donde puede uno sentarse en el Paraíso.
ResponderEliminarLa primera vez que lo vi me pareció un nombre maravilloso.
Y hoy,pese al sabor agridulce del poema,me ha encantado volver a leer ese nombre...en un buen poema.
Gracias,besos.
El paraíso de la cueva de Platón es ver la realidad y conocer la representación.
EliminarBesos.
Todos los tiempos, al recordarlos, nos parecen tannnnnn abstractos...
ResponderEliminarMuchas "enes" y ninguna "u".
EliminarSí, muuuuy abstracta y muuuy humorística es la memoria.
Un abrazo.