Todo muerto fertiliza un terruño.
La extraña música que escucha
el que pronto será semilla
(de manera impensada e inevitable) la tocan
el percutido corazón del viento
la alegre voz del agua
y el colorista metal de la arcilla.
Esencial música de transfiguración.
Por eso hay que vivir sordos
a los cantos de cielos y de huríes.
Y aprender a morir a manos llenas
para bien alimentar ángeles
desmemoriados, poseedores de nuestros átomos.
A pesar que es un tema que me da yu-yu, reconozco que me gusta como lo has planteado.
ResponderEliminarEs un revival clásico.
EliminarGracias.
La naturaleza nos enseña mucho.
ResponderEliminarBesos.
Enseña al que no sabe. Da de beber al sediento, de comer al hambriento y hace compañía a los enfermos.
EliminarBesos.
Hasta las malas hierbas hacen un buen compost
ResponderEliminaro no?