Ella
era plenamente consciente de su poder de seducción. Era como un
anuncio andante, un reclamo publicitario, una llamada a imitar
cualquier cosa que usara o se pusiera. Pero un día se encontró sola
y abandonada, había envejecido.
La
llamada que envejece
parece
grito en la nada.
Sin
apenas posibilidades de encontrar sentido a la vida, su corazón
empezó a latir de forma alocada y sin el ritmo cantarín que
acompañaba a sus acostumbradas conquistas.
Despojada
de sentido,
latido
es ya que no canta.
Ahora al
acostarse, sabe que la vida se pasa en un suspiro y que engañarse
pensando que los goces y la felicidad son eternos, es el mayor timo.
Le
espanta la mucha vida
partida
con prisa tanta.
La
llamada que envejece
parece
grito en la nada.
Despojada
de sentido,
latido
es ya que no canta.
Le
espanta la mucha vida
partida
con prisa tanta.
La crueldad del envejecimiento físico...
ResponderEliminarHay que cultivar otras cosas menos efímeras.
Besos.
¡Qué palabra tan maravillosa, cultivar!
EliminarAgricultores del alma deberíamos ser.
Besos.
Sí,deberíamos!
EliminarCreo que las prisas no son buenas nunca.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un abrazo, lento, pues.
Eliminar¡¡¡Los dos últimos versos!!! dignos de redondear una vida.
ResponderEliminarMuy bien visto.
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