Tu nudo de algodón ciñó sus alas,
inexplicable por excepcional,
como un crimen sutil contra la madre.
Mágico inicio de la floración
en junio procreaste mariposas,
primaveral mecánica amorosa,
ingenieras del ser y la belleza.
Ingenua que soñabas noches blancas.
Más tarde tu ego menguó ante el futuro.
No era la cabra un Dios tan ignorante,
sabía recorrer el mal camino,
tus llantos no hacían mella en su apetito.
Atardeces, inerme y sin pulso,
tu cara, puerta amable, cierra un foso
donde el dolor se acuna macerado
en lágrimas y en odios imposibles.
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