La actividad humana más antigua
fue dar un nombre a las cosas
y poner a todos de acuerdo en él.
Con el lenguaje ya fuimos humanos,
la primera profesión, la de poeta.
Poeta es quien da nombre, y así
llamó luz a la luz, y la luz fue hecha
y a la oscuridad le dijo tiniebla,
y al sol, sol, y a la luna, luna,
y al mar, mar, y a la tierra, tierra.
El séptimo día tras nombrarlo todo
dio nombre a la entelequia última
y pronunció la palabra Dios,
y a esa palabra la llenó de poder,
de sabiduría y de eternidad.
Y por último se auto-llamó mujer
y al de la barba larga e ideas cortas
le puso varón, hombre y macho.
Todo iba bien hasta que otro poeta
trajo las palabras: Paraíso, culpa,
celos, posesión, envidia y pecado.
Con esos mimbres nació la lírica
y llegaron los lacrimógenos poetas
del desamor y el eterno llanto.
¿No va siendo ya hora de los poetas
que canten la felicidad y el amor?
Siempre es hora de ellos.
ResponderEliminarAsí sea, pero ¿dónde los nombres?...
EliminarLos poetas cantan al amor y al desamor con una frecuencia altísima, pero el sentir es la génesis de cada verso.
ResponderEliminarUn abrazo
El sentir, en mi opinión, es fingimiento e hipérbole.
EliminarSiempre los hay... Sí no, ya hubiéramos desaparecido. La poesía es lo que salva.
ResponderEliminarSaludos de anís.
Estoy de acuerdo.
EliminarUn abrazo, Julio Alcalá.