Dos imponentes y exhaustos guerreros,
al límite de sus fuerzas se pacifican.
El equilibrio entre dos gigantes
ninguno más poderoso, inaugura la paz.
¡Tan milagrosa e inestable paz!
Disfrutadla mientras los guerreros descansen,
volved a ver las plantas florecer
y a la naturaleza imponer sus leyes.
No hay forma de saber cuanto durará.
Se olvidó el cielo de la soberbia loca idea pura,
quemó la tierra sus frutos iracundos y carnosos,
se libró el aire de tanta energía, el viento se detuvo.
El pobre ser, frágil monigote desamparado,
encontró su postura y aplomo,
produjo obras con equilibrio y variedad,
la certeza de su duración limitada
empañaba el gusto por la luminosidad
la frescura y quietud de los mil ejemplos creados.
Todo cambia más o menos lentamente
pero hasta el cambio a veces se detiene.
Entonces el sol luce para muchos,
mientras despreciadas la codicia y sus amigas
lloran abandonadas, despechadas, solas.
Extraños caminos para conseguir el equilibrio
que tantas muertes y sangres necesitan.
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