I
Roma, Epifanía del artificio humano.
Suntuosas tumbas a miles,
otras tantas estatuas de soberbia
de quien ya no es nada.
Se pensaban algo y acabaron pidiendo
la limosna de un selfie.
Vapor de fe basada en superstición,
artificial creencia, es
lo más sólido a encontrar en el templo.
Nadie grave ni elegante les atiende
son una atracción de un parque de ocio
con pésimo servicio de mantenimiento.
II
Roma, cuerpo humano artificial,
grande, viejo y sucio.
rebosan sus arterias del colesterol
de la impaciencia y el desprecio.
Sin lugar para el paseante caritativo,
sin tiempo para su sonrisa.
En recónditos paraísos de su anatomía
se alberga la imaginación
y la potencia simbólica del arte
con obras que son respuestas a:
¿Qué es la vida humana sin poesía?
¿Qué es la muerte sin Paraíso?
Allí formas, músicas y palabras
son medicina y consuelo.
III
El pino en Roma junto a la ruina
un superior artificio por natural
y otro inferior por humano.
Muere el árbol y su podredumbre
abona el terreno para renacer.
La ruina del antiguo esplendor
sólo excita la imaginación
de algún tardo-romantico.
IV
En ruinas también el Café de Vía Véneto.
La "dolce vita", amarga para muchos,
es hoy, roto sueño de felicidad aparente.
Ahora en esta decadencia de lo exclusivo
para un espíritu hambriento
la buena vida se encuentra
en las herramientas, que bien usadas,
permiten vivir el propio sueño
olvidando las apariencias.
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