Esta semana convoca MAG a meterse en los sueños de una personalidad difunta.
Anoche soñé con gusanos parlantes. En su voz de trabajadores agotados, sin duda fumaban un tabaco áspero, habitaban mil quejas del trabajo. Uno, argentino y lento, lo llamó «laburo». Un continuo fabricar abono para la tierra desde tibios cuerpos a medio pudrir los agotaba, y no llegaban a saber la razón final de su existencia. «Tienen suerte los vivos cuando vivos» era la exclamación más repetida por los arrastrados de asqueroso oficio. Ahora, mientras me afeito y canturreo, comprendo algo de sus razones. Dentro del absoluto sinsentido de la vida, en medio del caos y la falta de dioses, es una suerte tener la locura de intentar con el arte, un lúdico olvido de las verdades del gusano.
Tristán Zara, Paul Eluard, André Breton, Hans Arp, Salvador Dalí, Yves Tanguy, Max Ernst, René Crevel y Man Ray.
Decía Breton en el manifiesto sobrerealista «No será el miedo a la locura el que nos obligue a bajar la bandera de la imaginación». El tiempo le ha dado la razón, lo que ha enterrado esa enseña ha sido un tsunami de imágenes: cinematográficas, televisivas y digitales, al alcance de un click ¿Para qué imaginar una cosa, si es tan fácil y barato poseer su imagen?
Revuelto nuestro patio de vecinos, cambiantes nuestras cosas más queridas. A merced de los vientos mortecinos volaron las verdades asumidas. Hartos de mil preceptos tan cansinos, unidos por sumar fuerzas unidas. Gigantes ser quizás y no cominos para ganar alguna vez partidas. Gritamos enseñando los caninos: «Del vivir se cerraron las salidas, el instinto nos hizo ser felinos, se murieron las almas convencidas.»
Convocado por NURIA elijo los siguientes objeto y poema.
Puede que en la caja de música encontremos las entradas del teatro y una bailarina en miniatura en la roja caja de zapatos. Es lo que tiene no haber graduado con precisión las gafas del destino.
La voluntad de la bailarina debió ser dormir en un zapato y la de la luna llena de diciembre que no fuéramos al teatro. Es lo que hace al presente una comedia divertida de la vida.
Resuenan tus llantos –tiernos– entre el discreto olor del suavizante y suenan las estrepitosas tonadas en el aparato regalado al vecino. Es lo que hace al descanso un deseado e inalcanzable paraíso.
La Navidad de los ignorantes ignorados debió ser un conjunto de manchas y la de los servicios de emergencias una pesadilla ciudadana y plástica. Es lo que hace al pastorcillo un ser envidiado y mítico.
Puede que en la caja de música suene un vals de gente bien y unos gemelos de buen oro tintineen en la caja de zapatos. Es lo que tiene no haber graduado con precisión los grados de alcohol.