Él es él y el loco que le habita.
Siente en el aire el perfume de su amada
y al extraviado se le aparece aquella madre
que parió a quien dio origen a ambos.
Mira a los niños salir de la escuela
y al monstruo le domina el miedo
que atenazó las horas de un niño pobre.
Él calla y su loco habla con otro.
En una atestada terraza sigue el fútbol
y el desviado insulta para sí a su padre
que fue jugador impenitente de quinielas.
Camina braceando por el parque otoñal
y al demonio interno le da por cantar
lo que cantan en la ducha los perdedores.
Él vive esta hora y el horario del intestino.
Está insomne en pleno toque de queda
y el alterado tiene hambre de hamburguesa
que rezuma de gusanos come virus.
Se ducha a las cinco de la madrugada
y al maldito se le revuelven las tripas
con todas esas noticias de la conspiración.
Pobre desgraciado, sufre en esta vida doble,
le duele el mundo consciente, y el otro
le maltrata hasta generar odio por sí mismo.