LA MULA Y YO
Ella, la última mula de la mina de sal,
nació en un establo subterráneo
y ciega trabajó sin descanso
con el único placer de disfrutar
las sobras del almuerzo del minero.
Yo, decadente idealista de la estética,
leía y copiaba poemas clásicos
estando sordo a las consignas.
Mi mayor placer eran viejas líricas
en traducciones sospechosas.
Ella, la última mula, al cerrar la mina,
fue liberada a un verde prado.
Allí permanecía inmóvil y desorientada
desconocía el olor de la hierba natural.
¡Cuánto añoraba la tarta de queso
tras los días festivos del minero!
Yo, pasmado retórico, ya sin lectores,
nadando el mar de la poesía social
y perdido en el activismo transgénero
consumo poemarios que no me llegan.
¡Cuánto añoro los poemas de Rilke
y las curiosas jotas de Juan Ramón!